El pasado fin de semana, además de los "triflavis" participantes en el Triatlón de Laredo, hubó más compañeros del equipo en otras pruebas deportivas. En concreto, Alex y Diego se enfrentaban de nuevo a sus límites en la Travesera de los picos de Europa, un Ultra-trail de 74km que les exigió todas sus fuerzas y algunas más.
Sólo el perfil asusta... |
Alex ha tenido el detallazo de contárnoslo en una crónica estupenda que no os va a dejar indiferentes...¡¡Enhorabuena y gracias!!
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TRAVESERA INTEGRAL PICOS DE
EUROPA 2013
Llegó la fecha, 14 de junio
de 2013, miro el calendario y sí, está marcado en rojo. En rojo, quizás como
anticipo a la sangre que va a costar acabar la prueba de hoy.
A esto yo añadiría, La Travesera no es que tenga personalidad propia,
sino que la muy cabrona se retroalimenta con la personalidad que nos roba a los
participantes, a medida que van pasando los kilómetros y los desniveles.
Ya por la tarde a la hora de
recoger dorsales y pasar el control de material, te das cuenta que estamos en La Travesera. El nivel de los participantes así lo
indica. Le hago un comentario al compañero habitual de fatigas, Diego, “
Tío, esto no es ninguna broma”.
Poco antes de las doce de la
noche, preparamos el material y cuando levanto la mochila, pienso; ¿Pero qué es
esto?. Calculo que pesará unos cuatro kilos, que locura. Y es que este año, la
organización ha obligado ha meter mucho material, ya que se supone que las
condiciones climatológicas y de la nieve, así lo requieren. Poco antes de la
salida, la megafonía insiste en la peligrosidad de algunos tramos y la
obligatoriedad de llevar los crampones en la mochila.
Y cuando dan las doce de la
noche, todos a correr. A poco más de un kilómetro se forma un tremendo
embudo, que ahora pienso que marca mucho la carrera, ya que se forman unas
diferencias enormes entre los participantes. Pero no hay agobios, esto es muy
largo.
Afrontamos una larguísima
subida de un desnivel de 2000
metros hasta el Jou Santo. En los
tramos altos, hay nieve, mucha nieve y dura. Pero no lo suficiente para poner
los crampones, así que con cuidado y paciencia subimos y subimos. La
temperatura es buena y la noche tan oscura como estrellada. Lástima de estar en
carrera y no poder disfrutar del entorno, como bien se merece. Mejor centrarse
en el camino, que aquí, cualquier error puede tener desagradables consecuencias.
Desde el Jou Santo,
afrontamos una bajada muy técnica y a tramos expuesta hasta Caín, donde está el
primer avituallamiento. No voy nada mal de fuerzas y me animo para afrontar lo
que suponía la parte más dura de la prueba, el Canal de Dobresengos. Otra
subida de un desnivel escalofriante, que nos mete de lleno en el Macizo Central
de los Picos de Europa, pasando por la Horcada de Caín, el Valle de Uriellu y la Collada Bonita. La subida es bestial, pero con
paciencia vas ascendiendo hasta que la montaña comienza a dar una tregua, y el
paisaje se hace sobrecojedor.
Las vistas en esta zona son
increíbles; la nieve, los farallones rocosos, las canales… está claro, estamos
en los Picos de Europa.
El avituallamiento del
Refugio del Naranjo, emotivo cómo pocas cosas he visto. Antes de llegar oyes el
murmullo de la cantidad de voluntarios que te esperan. Pero es llegar y
comprobar que ésta prueba es diferente. La ayuda y ánimos de los voluntarios y
seguidores de la prueba, no es que te de ánimos sino que parece que te quiten
peso de la mochila.
Un rato de diversión y
carretera y manta. Bueno mejor dicho, collada y bastones, porque nada más dejar
el refugio a nuestras espaldas, la Collada Bonita , que
lo es, y mucho. Pero dura y pindia a partes iguales. Desde ahí, la bajada hasta la Vega de
Sotres, fácil y animosa.
Pero cuando ya me las
prometía felices, la Travesera me tenía guardado, un último regalo.
Pero el regalo más envenenado que te puedas imaginar. La última gran subida de
la prueba, el Jidiellu. Unos 1.100
metros de desnivel en tres
kilómetros.
En esta zona se escondió el
ser más odiado y repudiado por todos los deportistas. El bueno de Paco Ureta,
después de la Cicloturista del Soplao, escribía “He conocido al
misterioso hombre del Mazo, feo el hijo de puta como una noche de truenos, con
un mazo grande en forma de barril, y un mango muy pequeño. En mis 22 años de
ciclo turismo jamás le había visto su espantosa cara. No ha hecho falta que me
endiñara con él mazo, con su terrorífica mirada me ha parado en seco.”
Y ahora yo puedo decir; Sí
que es feo el hijo de puta. No pasó nadie por esa canal, que no se fuese con
dolor de cabeza por el golpe duro y seco que nos propinó con su mazo en forma
de barril.
Pero esto es deporte y de
todo se sale, así que poco a poco, llegamos al Collado Valdominguero. De aquí a
meta, ya la cosa se relaja, y ya es cuestión de ir haciendo kilómetros, sin
prisa pero sin pausa.
Voy con Diego, y nos
planteamos si merece la pena apretar y correr. Nos damos cuenta que no hemos
corrido en toda La Travesera. En ningún momento he llamado carrera a la
prueba, porque no lo es. Aquí solo corren los cinco primeros, el resto nos
arrastramos, nos retorcemos.
Decidimos que no, que hoy
toca “disfrutar” y que da lo mismo, perder o ganar puestos en la clasificación.
Así que viendo como nos pasan muchos corredores, que seguramente son bastante
más lentos que nosotros, nos vamos dejando caer, por un descenso traicionero.
Un participante experimentado que nos adelante, nos informa: “No vi nunca una
bajada con tantas subidas”. Y que razón tiene.
Pero la Travesera ya está en nuestras manos. Un poco de
paciencia y pasito a pasito, entramos en Arenas de Cabrales, y a la que te das
cuenta, ya has pasado por el arco de meta. Tiempo, 16 horas y 46 minutos.
Curiosamente el mismo tiempo
que tardamos en hacer la Ultramaratón de los 10.000 del Soplao, pero con una
diferencia. El Soplao son 126
kilómetros y La Travesera “sólo” 74,
¿Cincuenta kilómetros menos y
el mismo tiempo?. Vaya preguntas me hago a estas alturas de la película.
Y es que en las alturas está
la respuesta a la pregunta.
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